Un 23 de febrero, como hoy, pero de…
1893 – PATENTAN EL PRIMER MOTOR DIESEL
Rudolf Christian Karl Diesel registro una patente alemana para el motor diesel.
La particularidad que diferencia a los motores diesel de los nafteros es la forma de quemar el combustible, lo que el motor diesel hace por auto-encendido, es decir, no requiere un sistema que produzca una chispa para provocar el encendido de una mezcla de aire combustible.
Para quemar el combustible, el motor diesel utiliza la elevada temperatura que alcanza el aire al ser comprimido en la carrera de compresión de los motores de cuatro tiempos.
Teniendo en cuenta las grandes diferencias entre motores (marcas, modelos, inyección directa e indirecta, revoluciones de trabajo, etc.) y sin extendernos mucho, podemos simplificar diciendo que la presión sube hasta aproximadamente unos 45 bar y la temperatura a unos600 grados, cuando el motor está girando a unas revoluciones por encima del ralentí.
1958 – EL DIA QUE SECUESTRARON A JUAN MANUEL FANGIO
A pocas horas de largarse el Segundo Gran Premio de Cuba, el domingo 23 de febrero de 1958, el mejor corredor del mundo fue secuestrado por el Movimiento Guerrillero 26 de Julio, comandado por Fidel Castro desde Sierra Maestra.
«Disculpe, Juan -escuchó el piloto de Balcarce la noche anterior a correr el Gran Premio de Cuba, en 1958- me va a tener que acompañar».
La escena e produjo en el hall del Hotel Lincoln de La Habana, cuando un militante del Movimiento 26 de Julio interrumpió la charla que el quíntuple campeón mundial sostenía con sus mecánicos. Ayudado de una pistola calibre 45, el revolucionario lo obligó a que lo siguiera hasta la calle, donde los esperaba un automóvil.
Fangio había sido invitado a participar en una carrera de autos sport en la isla. La competencia era parte de los eventos deportivos programados por el gobierno cubano para mejorar la imagen del dictador Fulgencio Batista, quien por esos días enfrentaba la más dura crisis de todos sus años de mandato.
Al joven alto y morocho que entró al hall del Lincoln en búsqueda del campeón mundial le temblaba el pulso, pero no dudó en cumplir su cometido. «Yo estaba esperando que el custodio tirara, para arrojarme al suelo, como en las películas de acción», recordaría Juan Manuel Fangio tiempo después. Nadie disparó; Alejandro D’Tomasso, otro de los corredores, hizo un leve movimiento, como para alcanzar una caja cercana; pero una sugerencia del activista, que le dijo: «Cuidado… haré fuego si se vuelve a mover», lo convenció de suspender definitivamente sus planes. «¡Otro movimiento y los mato!», repitió el guerrillero ante los movimientos incómodos de Stirling Moss, otro gran corredor presente en la isla. En tanto, D’Tomasso se quedó muy preocupado por la situación. «Pensé que aquella gente estaba dispuesta a todo», afirmaría más tarde.
Marcelo Giambertone, el manager de Fangio, recordaría, durante las horas del secuestro, la confianza de ganar la carrera que le había manifestado el campeón antes de bajar al halldel hotel al encuentro con los corredores y el valor que mostró cuando llegaron por él: «entró el hombre de la chaqueta de cuero, y creo que el menos nervioso de todos era Juan Manuel. El siempre ha dado muestras de tener nervios de acero. Hasta sonrió cuando lo encañonaron con la pistola…».
El Chueco -con la pistola contra la espalda, sin violencia pero con firmeza- fue obligado a salir hasta la esquina, donde lo subieron a un Plymouth negro. Los testigos lo vieron alejarse por la calle Virtudes, mientras otros cómplices, también armados, cubrían la retirada. Le dijeron que si los descubrían las balas pondrían en peligro las vidas de todos. Fangio pidió una gorra, porque pensó que podían identificarlo por «la pelada», pero no tenían nada, ni siquiera anteojos, así que se acurrucó todo lo que pudo en el piso del auto. Recién en ese momento empezó a convencerse de que se trataba verdaderamente de un secuestro, ya que en un principio dudó, pensando que era la contrapartida de una broma hecha a Giambertone
Después de una hora de recorrer la ciudad, y luego de haber pasado un control policíaco de rutina y cambiado dos veces de vehículo, el corredor argentino era llevado, por fin, al lugar donde permanecería secuestrado hasta después de la carrera. Entraron a una casa por la escalera de incendio; en una habitación había una mujer con un chico; en otra, un hombre herido. Los secuestradores se retiraron, a excepción de dos que quedaron como custodios. Poco tiempo después volvieron a buscarlo, subieron a otro automóvil, y lo llevaron a una nueva casa, en El Vedado, la zona aristocrática de La Habana. En el traslado no le vendaron los ojos, por lo que pudo ver hasta el número de la casa. En el nuevo destino había mucha gente que festejaba el éxito del, operativo; algunos pedían autógrafos al campeón que, sin nada que temer, se atrevió a comentar que no había cenado. Fangio pensaba pasar la noche previa al Segundo Gran Premio en la habitación 810 del Hotel Lincoln (el cuarto, con recuerdos del quíntuple campeón de automovilismo, actualmente lleva su nombre), pero el joven Manuel Uziel, una causa revolucionaria y un arma alejaron al piloto del hotel.
De esa noche recordará, años más tarde, los infinitos pedidos e disculpa que recibió y la cena (patatas fritas con huevo) que le preparó la dueña de casa a condición de que «no sea muy fino». Al día siguiente, el domingo por la mañana, Faustino Pérez le acercó los diarios; conversaron, y Fangio le pidió que le avisaran a su familia, de lo que Pérez se encargó personal e inmediatamente. La carrera era televisada, pero el corredor rechazó la invitación a mirar: no podía resistir el ruido de los motores y no estar allí.
Amistad y agradecimiento devolvería Fangio a sus captores; creía en el destino, por lo que los sucesos de la carrera del 58, en el Malecón, el circuito costero de La Habana, le harían pensar en su buena suerte: «Cuando las cosas se serenaron un poco y los secuestradores dejaron de pasearme por casas y departamentos, no tuve más remedio que decirles: miren señores (…) quizá ustedes me hicieron un favor».
El Maserati 450 S con el que debía correr era propiedad de un norteamericano, y ya había corrido en Venezuela. Si bien en el circuito de pruebas, el sábado 24 de febrero, Fangio había marcado el mejor registro de clasificación, el auto tenía algunos problemas.
En la costanera había un salto, y cada vez que el Maserati pasaba por ahí, levantaba vuelo y, al caer, iba de cordón en cordón. Los mecánicos pensaban que eran los amortiguadores, pero después se dieron cuenta de que el coche estaba volcado: midieron una diferencia de más de cinco centímetros en la trocha, entre las ruedas de un lado respecto de las otras.
El corredor argentino había hablado sobre los inconvenientes de su auto con Bertochi, el jefe de mecánicos de Maserati, cuando a punta de pistola, lo sacaron del Lincoln.
Fangio no había sido liberado aún cuando le informaron que la carrera había sido suspendida por un accidente. En la quinta vuelta se despistaron dos autos, muriendo seis personas y cuarenta resultaron heridas.
En carrera a la revolución
Unas pocas horas después del secuestro de Fangio, la noticia ocupaba los titulares de los principales diarios y revistas de América y Europa. La revista cubana Bohemia señalaba: «En París, Londres, Nueva York, Roma, Ciudad México y Buenos Aires se le dieron importantes espacios en las primeras planas. Las agencias cablegráficas especulaban con el sensacional secuestro del más afamado automovilista del mundo».
La Habana era noticia: el régimen político imperante, las motivaciones del Movimiento 26 de Julio y el estado de tensión en que se vivía quedaron bajo la lupa de todas las capitales del planeta.
Mientras el corredor argentino, a los 46 años, era el piloto que más títulos había ganado en Fórmula 1, y era seguido por multitudes de espectadores, la dictadura cubana debía recurrir cada vez más a la represión ante la imposibilidad de manejar la situación pacíficamente.
La guerrilla avanzaba, y los actos de sabotaje se repetían casi a diario. Veinticuatro horas antes del secuestro d Fangio, un grupo de rebeldes había realizado un audaz golpe contra el Banco Nacional de Cuba sin robar un centavo: simplemente prendieron fuego a millones de cheques. También había circulado la versión de que Castro ofrecía la paz a cambio de elecciones supervisadas por la OEA (Organización de Estados Americanos) y el control militar de la provincia de Oriente. Rumores y actos inesperados se mezclaban para crear un clima de confusión, incertidumbre y expectativa.
El Segundo Gran Premio de Cuba había sido organizado con el propósito de demostrar que en la isla «no pasaba nada»; toda la atención debía fijarse en el circuito El Malecón. Pero el régimen de Batista no había contemplado la posibilidad de que todo el aparato publicitario montado se le volviera en contra.
Los partidarios de la lucha guerrillera y clandestina no estaban dispuestos a desaprovechar su gran oportunidad: el grupo comandado por Fidel Castro había decidido difundir la causa que los movilizaba. Ya un año antes habían planeado el secuestro de Fangio, pero la falta de tiempo y dificultades organizativas habían frustrado la acción. En el 58, a diferencia del año anterior, los revolucionarios estaban organizados, por lo que se decidieron a planificar detalladamente la acción. Según declaraciones de uno de los ideólogos, publicadas enBohemia, el grupo contaba con toda la información necesaria: «dos horas antes del aterrizaje ya sabíamos el número de la habitación que ocuparía en el Hotel Lincoln. También investigamos el color, chapa y modelo del auto que Fangio tendría a su disposición en La Habana».
El plan debía llevarse a cabo con mucha precisión, porque el Chueco llegaría sólo dos noches antes de la carrera. El grupo guerrillero aún estaba decidiendo el lugar más preciso; se pensó en ir a buscarlo a su propia habitación, y luego se mencionó la posibilidad de esperarlo a la salida de un programa de TV, al que asistiría el sábado por la noche.
Se resolvió lo último. Tres autos se apostaron a la salida del estudio, pero los amigos, la custodia y el público que rodeaban al corredor obligaron a suspender la operación.
Los obstáculos seguían. Sobre todo, la excesiva vigilancia, que impediría nuevamente concretar el rapto, esta vez a la salida de un cóctel en el Hotel Nacional. Un miliciano, que se encontraba dentro del edificio, informó de un incidente con un fotógrafo que había puesto al descubierto la cantidad de guardias de civil que estaban controlando la reunión.
Durante todo este tiempo Fangio era seguido siempre por un auto. Otros dos estaban ubicados en lugares convenidos, desde donde se comunicaban por teléfono, para reemplazarse, y de ese modo evitar que los identificaran. Pese a los inconvenientes, el operativo estaba montado y el secuestro se iba a realizar. El domingo, en el circuito de pruebas El Malecón, el control policial obligó a reconsiderar la situación: «siempre iba a estar rodeado de amigos y custodios, así que acordamos secuestrarlo en las narices de sus acompañantes». Así fue como decidieron entrar al Lincoln la noche previa a la carrera.
Horas después, las agencias de información comenzaron a recibir la sorprendente noticia: «Habla el 26 de Julio… Tenemos secuestrado a Fangio… No se alarmen, no hay peligro para su persona.. Seguiremos informando».
El secuestro fue un duro golpe para los proyectos de Batista. La situación era desconcertante. Se anunció que el propio general – presidente y jefe del Estado Mayor Conjunto asumían la dirección de las investigaciones. En pocas horas se montó un gran operativo, y miles de miembros de los institutos de investigaciones se pusieron a buscar al corredor argentino, analizando todas las pistas posibles. Los testigos fueron sometidos a la inspección de archivos fotográficos con el propósito de identificar a los secuestradores. Las salidas de la capital y los aeropuertos fueron controlados. Pero todo parecía inútil, no se conseguía avanzar en la búsqueda.
Dilema para secuestradores
Después de la carrera, con su objetivo cumplido, los miembros del grupo revolucionario se enfrentaron a un nuevo problema: cómo liberar a Fangio sin que corriera riesgos. El temor provenía de la posibilidad de que la gente de Batista matara al corredor para culpar, y así desprestigiar, a Fidel Castro.
Pensaron en dejarlo en una iglesia, pero el Chueco les pidió que llamaran al embajador argentino. Una mujer y dos jóvenes lo llevaron ante el diplomático, quien era nada menos que el primo de Ernesto Che Guevara, dejándole una carta en la que manifestaban que no tenían ningún problema con la Argentina, que sus objetivos se restringían al derrocamiento de la dictadura cubana y, nuevamente pedían disculpas.
A 27 horas del secuestro, Fangio -sano y salvo- quedaba en mano de las autoridades argentinas. Una vez libre, recalcó ante los periodistas habaneros lo bien que había sido tratado. Estuvo en tres residencias -sin que le vendaran los ojos en ningún momento-, y en los tres lugares contaba con tantas comodidades como en el hotel. Los reporteros no evitaron las sonrisas cuando el argentino manifestó que había charlado «macanudamente» con sus captores.
El M 26-7 logró publicitarse, tal como lo había planeado, pero también Fangio vio incrementada su popularidad. De La Habana viajó a Miami para descansar algunos días; allí, el intendente le entregó las llaves de la ciudad; luego fue invitado al programa de televisión más popular de la época, en Nueva York.
Le ofrecieron mil dólares por presentarse diez minutos en el programa de Ed Sullivan, junto a Jack Dempsey. El campeón comentaría con ironía que «había ganado cinco campeonatos del mundo, había corrido y ganado en Sebring, pero el secuestro de Cuba fue lo que me hizo popular en Estados Unidos».
De tu querida presencia… Fangio
Fangio volvió a saber de los revolucionarios cubanos unos meses después del secuestro. Se comunicaron con él cuando se encontraba en una carrera en Indianápolis. En aquel momento le pidieron que intercediera ante el general Fernández Miranda por la captura del que lo obligara a salir del Hotel Lincoln para mantenerlo privado de su libertad por unas horas.
El corredor accedió a la solicitud, dijo al militar que había sido bien tratado, que su vida no había corrido peligro, y pidió que no se tomaran medidas muy severas. Obtuvo la promesa de Miranda de que se iba a ocupar personalmente del caso, y no supo más del tema.
Faustino Pérez había sido el cabecilla de la operación del 58. Llegó en el Granma, el barco en que los revolucionarios, exiliados en México, regresaron para llevar a cabo la insurrección. Pérez fue jefe de la resistencia y, con la revolución en el poder, ocupó diversos cargos. Otros de los participantes en el secuestro no tendrían tanta suerte, como Oscar Lucero y Blanca Niubi, quienes fueron torturados y muertos por la policía de Batista.
«Cuando la revolución triunfe, lo haremos invitado de honor», le había dicho Arnold Rodríguez, uno de los guerrilleros que intervino en el operativo. Un año y medio después, con Fidel Castro a la cabeza del gobierno, Fangio recibió la prometida invitación. Pero su regreso a Cuba no se concretó en ese momento, sino veinte años más tarde.
Fue en 1981 cuando volvió a visitar ese país, como presidente de la empresa Mercedes Benz, para concretar la venta de unos camiones al gobierno cubano. Lo recibió su amigo, Faustino Pérez, en ese momento ministro de Industria de Cuba. Fidel Castro interrumpió una importante reunión internacional para entrevistarse con él y pedirle disculpas por el operativo del 58.
Con ocasión del vigésimo quinto aniversario de su encuentro con el Movimiento 26 de Julio, Fangio recibiría un telegrama de saludo de sus amigos los secuestradores recordando «aquel episodio» que, «más que secuestro y detención patriótica, sirvió, junto con su noble actitud y su justa comprensión, a la causa de nuestro pueblo, que siente por usted viva simpatía, y en nombre del cual lo saludamos al cabo de un cuarto de siglo». Unos meses antes -luego de una intervención quirúrgica en la que le implantaron el quíntuple by-passaorto-coronario- había recibido otro mensaje, en su oficina de la Mercedes Benz, deseando su recuperación. También para su cumpleaños número 80, entre los mensajes de todo el mundo que llegaban a su casa para saludarlo llegó uno de Cuba: lo firmaban «Sus amigos los secuestradores».
Arnold Rodríguez, otro de los secuestradores, viajaría a Buenos Aires especialmente para ver a Fangio. En 1992 fue invitado al sexto aniversario de la inauguración del museo en honor al piloto. El mismo está en un edificio construido en 1906, detrás de las históricas paredes de la anterior sede comunal de Balcarce.
El Museo -de 5000 metros cuadrados- cuenta con un microcine de 110 butacas, donde pueden revivirse recordadas imágenes de carreras de autos de Fangio. Desde sus comienzos en carreras regionales hasta las que disputara en pistas de todo el mundo, incluyendo las de Turismo Carretera. En el interior del Museo hay también autos, premios y medallas.
Actualmente, en la puerta del Hotel Lincoln, situado en el reparto (barrio) de El Vedado, en la ciudad de La Habana, una placa de bronce recuerda aquellos años: «En la noche del 24-2-58 en este mismo lugar fue secuestrado por un comando del Movimiento 26 de Julio, dirigido por Oscar Lucero, el cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Ello significó un duro golpe propagandístico contra la tiranía batistiana y un importante estímulo para las fuerzas revolucionarias».
1975 – RALLY 19 CAPITALES GANABA MACRI
En Uruguay se corría el Rally «19 Capitales» con un recorrido total de 3.000 Kms. Ganaron la general y la clase «B», Luis Macri, seguido de Juan C.Rizzutto y 3º José Cano, con Fiat 128 IAVA.
En la categoría mayor fue 1º Federico West con un Ford Falcon Sprint.
En la clase C, venció Gerardo Ernst con un Fiat 125 B y en la clase menor ganó Humberto Laudato con su AutoUnión 1000S y 2º Ignacio Sunbland con un Citroën 3CV.
1986 – EN SANTA TERESITA GANABA JUAN DE BENEDICTIS
Se corría la “1ra. Vuelta de Santa Teresita” en el semipermanente “Triangulo del Tuyu” se corrieron dos series, en la primera en el inicio la lucha estuvo entre Eduardo a. Marcos y Jorge Oyhanart, al cumplirse la primer vuelta la punta era para el “Pato” Morresi, seguido por Mouras, Marcos, Doumic que jugaba de local y Castellano, promediando la serie el “Zorro” de Loberia, mostraba sus mañanas y se adjudicaba la serie, seguido por Marcos y Mouras. En la segunda serie se la adjudicaba Emilio Satriano, seguido por “Tony” Aventin y Miguel Atauri, tal vez favorecido por el retrazo del “Jhonny” de Necochea.
Para la final comenzó con un duelo entre Castellano y Satriano, pero esto solo duro hasta que el hombre de Necochea encontró el ritmo, perjudicado por el retrazo en la serie que lo obligo a largar desde la 6ta. fila, en la 8va. vuelta Debenedictis manejaba la punta con mas de dos segundos sobre sus perseguidores, de ahí en adelante sorprendía “Jhonny” con un manejo prolijo, dejando atrás su conocido manejo vehemente, tenia el arma para ganar que le había entregado la mecánica de Wilke y Pedersoli, solo quedaba luchar por el segundo lugar del podio y en eso estuvo la lucha que quedo para el hombre de Chivilcoy, Emilio Satriano, este fue el clasificador:
Pos. Piloto – Marca – Tiempo/Dof.
1º Juan Debenedictis – Dodge 55m32s48
2º Emilio Satriano – Chevrolet a 10s 1/00
3º Jorge Oyhanart – Ford a 23s 58/00
4º Antonio Aventín – Dodge a 43s 48/00
5º Pedro Doumic – Dodge a 46s 89/00
6º Carlos Saiz – Ford a 47s 48/00
7º Mariano Calamante – Chevrolet a 1m 14s 23/00
8º Miguel A. Atauri – Dodge a 1m 22s 85/00
9º Gustavo Brescia – Dodge a 1m 28s 69/00
10º Roberto Mouras – Dodge a 1m 29s 70/00
El promedio del ganador fue de 177km 921 metros x hora.
El record de vuelta fue para Roberto Mouras, con 3m 2s 88/000 a 180km 118 metros x hora. logrado en la 17ma. vuelta.
1986 – RUBEN LUIS DI PALMA GANABA POR ULTIMA VEZ EN EL TC 2000 – ALBERTO CANAPINO SE INCORPORABA AL AUTOMOVILISMO NACIONAL CON UN AUTO QUE DIO MUCHO QUE HABLAR…
Se corría la apertura del torneo de TC 2000 en Balcarce, ese día Rubén Luís Di Palma se presentaba a competir con un revolucionario Dodge 1500, construido y atendido por un joven desconocido que irrumpía en el automovilismo argentino, me refiero a Alberto Canapino, que aprovechaba las ventajas otorgadas al 1500 y presentaba el auto con alerón y deflectores aerodinámicos que le dieron una performance espectacular que le permitieron al “Loco” Di Palma su último triunfo en el TC 2000.
Lo de Balcarce 1986 fue impresionante, se le dieron a VW (1500) varias ventajas reglamentarias para compensar la diferencia de edad con las Fuego y Sierra, autos de última generación para la época, Alberto Canapino y Di Palma las aprovecharon al máximo. La carrera la ganó Di Palma, después de pasar a Traverso por afuera, pero tal vez, Di Palma debió guardar algo, semejante demostración y mojarle la oreja a Traverso trajo sus consecuencias, para la carrera siguiente carrera, le sacaron la mitad de las concesiones reglamentarias y ya no fue lo mismo.
De esta forma Rubén L. Di Palma, lograba su último triunfo en el TC 2000 y Alberto Canapino hacia su entrada triunfal en el automovilismo nacional
1995 – TAMBIÉN EN LA MÁXIMA CATEGORÍA SE COMETEN ERRORES QUE CUESTAN LA VIDA – ESTA VEZ FUE LA DE AYRTON SENNA –
Se conocía el resultado oficial del peritaje en el auto de Ayrton Senna. Los ocho peritos actuantes concluyeron que el fatal despiste del piloto brasileño, en el Gran Premio de San Mario del 1ro. de Mayo de 1994 se debió a «la rotura de la columna de dirección del Williams Renault».
En efecto, técnicos de la escudería inglesa reconocieron días después del accidente, a raíz de las primeras conjeturas sobre las posibles causas de la tragedia, que habían llevado a cabo trabajos mediante los cuales modificaron la barra de la dirección del auto de Ayrton Senna. Dicha barra fue cortada, rebajada en su grosor y posteriormente vuelta a soldadura.
La soldadura fallo, al llegar a la curva Tamburello en el circuito de Imola, era la séptima vuelta, cuando el brasileño punteaba la competencia, el Williams de Senna siguió derecho en la curva e impactó contra una pared de cemento a más de 250 kilómetros por hora, el piloto sufrió heridas en la cabeza al introducirse por la visera del casco pedazos de la barra mal soldada, que le causaron la muerte pocos minutos después de su ingreso al hospital de Bolonia a donde fue llevado en helicóptero. Antes del traslado Senna fue atendido por para-médicos en la misma pista.
1997 – EN EL TOP RACER GANABAN TRAVERSO Y BESSONE
Se corría la primera carrera de TOP RACE, esta nueva categoría creada por la ACTC, convocaba a los principales pilotos del automovilismo nacional, con un reglamento muy particular que permitía correr a un Mercedes Benz hasta algún auto de industria nacional, cada modelo tenia su reglamento particular, se eligió a Pinamar como la ciudad para el debut de la nueva categoría, se realizo un circuito callejero de 2.150 metros. La competencia se desarrollo en dos finales (o carreras) la primera la gano Juan María Traverso, con un Mercedes Benz 280, la segunda fue para Ernesto Bessone, con un Nissan 300, el primer campeón fue el entrerriano Omar «Gurí» Martínez, con Honda Prelude.